El sentimentalismo de sus palabras era propio de alguien que no tenía nada que ver con esa época en que se encontraba, el mundo cambiaba cada día, a cada momento, a cada segundo, y era difícil acostumbrarse. Las personas cada vez dejaban más que desear, sus ideales de belleza y de forma de vida no iban con él, los desechaba y cambiaba por unos propios, en los que a las personas se las juzgaba por sus actos y sus palabras, jamás por lo que llevara encima, y si no tenía una sonrisa en la cara, la tendría en el corazón, el sitio de donde salen las cosas más bellas e inimaginables del mundo, las palabras, y los sentimientos, juntos, muy poderosos, ya que podrían conmover a infinitas personas dichas en el momento y en el lugar preciso, haciendo cambiar ideas, moviendo el mundo, alimentando el espíritu aventurero de quien nunca lo tuvo, o avivar la llama de la juventud y la curiosidad de quien lo necesite, o simplemente, abrazar con palabras a quien lo necesitara.